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FOTOGRAFÍAS DE TABERNAS ANTIGUAS DE SEVILLA




    Desde hace tiempo, cada vez que entro en esta mi bitácora, me quedo observando la fotografía de portada y preguntándome quiénes son las personas que en ella aparecen.
    Apenas tengo datos sobre esta imagen: parece ser que fue realizada entre 1915 y 1936 por el francés Charles Alberty López (Loty) o por Antonio Carreta Passaporte, un fotógrafo portugués que trabajaba para la firma de Loty, AFUSA (Archivo Fotográfico Universal). En ella aparece el interior de una desconocida taberna de Sevilla, en la cual sus parroquianos posan con gesto amable.
    La imagen forma parte del catálogo de una exposición titulada La imagen de Andalucía (1915-1936), que tuvo lugar en el Museo de Artes y Costumbres Populares de Sevilla entre 2002 y 2003. El cederrón del que la he extraído incluye un amplísimo repertorio de 2348 imágenes digitalizadas de las placas originales de Loty-Passaporte, tomadas, aparte de en Sevilla, en Linares, La Carolina, Sierra Morena, Ronda, Benaoján, Santiponce, Alcalá de Guadaíra, Carmona, Marchena, Utrera, Écija, Tetuán, Cádiz, Jerez, Arcos de la Frontera y El Puerto de Santa María.
    Y poco más sé de esta foto, aparte de que está movida, debido a la cuestión técnica del tiempo de exposición, la cual me resulta totalmente desconocida.
    La mayoría de las fotografías de Sevilla de dicho repertorio son bellas, técnicamente perfectas, pero también frías, distantes, sin calor humano, pues apenas aparecen personas en ellas, excepto en varias series: las fábricas, las tiendas, los talleres y las tabernas.

    Al contemplar las fotografías de las tabernas (las cuales incluyo aquí), que son más cálidas porque en ellas la arquitectura de los espacios cobra sentido por la presencia en ellos de seres humanos, me vienen a la cabeza varias reflexiones:

    La primera, el valor de testimonio histórico del arte fotográfico, el cual perpetúa en el tiempo instantes definitivamente borrados del discurrir eterno.
    En segundo lugar, me pregunto por los nombres y las vidas de aquellos camareros, soldados, señores con capa... ¿Qué fue de ellos, por ejemplo, en la guerra civil, la cual se inició pocos años después de esas instantáneas? ¿Vive aún alguno de sus descendientes? La respuesta es el silencio.
    Siempre queremos saber más, pero olvidamos que la vida es puro misterio. Una fotografía antigua es sólo reflejo de un instante igual a otro cualquiera de nuestras vidas o de las ajenas, del cual apenas conocemos lo sustancial y a veces casi nada.
    En una escena de la magnífica película El club de los poetas muertos, basada en el libro del mismo título, se refleja perfectamente el tópico latino del Carpe diem, la exhortación a disfrutar del presente: en ella, un profesor de Literatura de una estricta institución académica norteamericana, papel encarnado magistralmente por Robin Williams, lleva a sus alumnos a la entrada del colegio para enseñarles fotografías de antiguas promociones del mismo. Él pone a sus alumnos en situación explicándoles el antiguo tópico del poeta latino Horacio y luego les hace aproximarse a aquellas viejas fotografías en sepia para que escuchen la lección (Carpe diem, “toma el día”) que transmiten aquellos antiguos rostros que ya han sido borrados por el tiempo pero que perduran milagrosamente en el papel fotográfico.
    Disfrutemos, pues, del día, del presente, del instante, sin olvidarnos nunca del pasado, el cual nos sigue transmitiendo sus lecciones desde hermosas y viejas fotografías de mundos casi olvidados.




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